Caparrós dixit .El Peronismo.
El peronismo ha gobernado 18 años de los últimos 20 y lleva más de medio siglo como la fuerza política decisiva en la Argentina. El peronismo, si existiera, sería como dios: el responsable de este país-desastre. Es una suerte que no exista.
Una designación política que designa, según lugares y momentos, a un general populista nacionalista macartista o una guerrilla socialista nacional o unos privatizadores liberales proyanquis furibundos o unos caudillos provinciales hambreadores clientelistas o unos conservadores populares sin demasiado pueblo o unos socialdemócratas demócratacristianos redistribuidores que no redistribuyen y tantos tantos otros; que nombra al mismo tiempo a Menem Duhalde Cafiero Scioli Kirchner Kirchner Rodríguez Sáa Firmenich Moyano Duarte Reutemann D'Elia Favio Iglesias Walsh designa tanto que no designa nada. Un movimiento o partido que puede ser tantas cosas es tan confuso que no es nada: no existe.
Pero ellos tratan de hacernos creer que sí: todavía suponen que les interesa, les conviene. El peronismo es un engaño, un arma: les sirve a los autodenominados peronistas para convencernos de que son parte de lo mismo y, por lo tanto, los demás deberíamos considerarlos como un todo, votarlos como un todo, temerlos como un todo. El peronismo, al final, es el 60: una línea de colectivos que en realidad son muchas. Todas tienen el mismo color, el mismo número, pero una va a Tigre, otra a Escobar, una va por Ayacucho, otra por Libertad, y todas se pintan igual, aunque sean tan distintas. Así lleva a sus clientes, entregados, apiñados, a cualquier lado, el peronismo.
Los autodenominados peronistas lo saben pero no quieren reconocerlo, claro. Entonces te dicen que el peronismo existe y se define porque los autodenominados tienen en común su voluntad de poder, su sapiencia en el logro y uso del poder. Es cierto: el poder político suele usarse para organizar sociedades de tal o cual modo; ellos en cambio organizan sociedades del modo que sea necesario para tener poder. Pero si el peronismo es eso entonces llamémoslo nietzschismo o ambición o codicia.
O están los autodenominados que conceden que el peronismo, claro, no es una definición política pero sí un sentimiento. Siempre pensé que la política no era un sentimiento sino un modo de conseguir que más gente viva mejor –o peor, según quién y cómo se ejerce. Y que es un conjunto de decisiones, de entusiasmos, de procedimientos, de entrega y de inteligencia. Pero decir "un sentimiento" es evitar cualquier discusión política: no tienen que explicar a quién representan, cómo, para qué, a quién tratan de beneficiar o combatir: no, alcanza con hablar de tradiciones y sensaciones y los que no lo entienden son amargos, gorilas o intelectualosos. Es curioso que hayan podido currar tanto tiempo, compañeros autodenominados, con pavada semejante. Y que tantos sigamos aceptándolo.
Por ahora, la mayor muestra del poder del peronismo es que creamos que existe, y que sigamos usando esa palabra. Eso es lo curioso: para los demás, para lo que no lucramos con esa palabra, decir peronismo, hablar de peronismo, es una debilidad, una concesión. ¿Por qué tenemos que darles el changüi de seguir aceptando que existen, que son uno, cuando todo muestra que no es cierto?
Quizás algo podría cambiar, en la Argentina, si dejáramos de hacerles el favor de llamarlos como ellos dicen que se llaman, si decidiéramos no usar esa palabra que no sirve como palabra porque designa cualquier cosa, que sólo les sirve a ellos para buscar poder, y empezáramos a llamarlos por sus diversos nombres. Algo podría cambiar, insisto, si tratáramos de llamar, alguna vez, las cosas por su nombre.
Una designación política que designa, según lugares y momentos, a un general populista nacionalista macartista o una guerrilla socialista nacional o unos privatizadores liberales proyanquis furibundos o unos caudillos provinciales hambreadores clientelistas o unos conservadores populares sin demasiado pueblo o unos socialdemócratas demócratacristianos redistribuidores que no redistribuyen y tantos tantos otros; que nombra al mismo tiempo a Menem Duhalde Cafiero Scioli Kirchner Kirchner Rodríguez Sáa Firmenich Moyano Duarte Reutemann D'Elia Favio Iglesias Walsh designa tanto que no designa nada. Un movimiento o partido que puede ser tantas cosas es tan confuso que no es nada: no existe.
Pero ellos tratan de hacernos creer que sí: todavía suponen que les interesa, les conviene. El peronismo es un engaño, un arma: les sirve a los autodenominados peronistas para convencernos de que son parte de lo mismo y, por lo tanto, los demás deberíamos considerarlos como un todo, votarlos como un todo, temerlos como un todo. El peronismo, al final, es el 60: una línea de colectivos que en realidad son muchas. Todas tienen el mismo color, el mismo número, pero una va a Tigre, otra a Escobar, una va por Ayacucho, otra por Libertad, y todas se pintan igual, aunque sean tan distintas. Así lleva a sus clientes, entregados, apiñados, a cualquier lado, el peronismo.
Los autodenominados peronistas lo saben pero no quieren reconocerlo, claro. Entonces te dicen que el peronismo existe y se define porque los autodenominados tienen en común su voluntad de poder, su sapiencia en el logro y uso del poder. Es cierto: el poder político suele usarse para organizar sociedades de tal o cual modo; ellos en cambio organizan sociedades del modo que sea necesario para tener poder. Pero si el peronismo es eso entonces llamémoslo nietzschismo o ambición o codicia.
O están los autodenominados que conceden que el peronismo, claro, no es una definición política pero sí un sentimiento. Siempre pensé que la política no era un sentimiento sino un modo de conseguir que más gente viva mejor –o peor, según quién y cómo se ejerce. Y que es un conjunto de decisiones, de entusiasmos, de procedimientos, de entrega y de inteligencia. Pero decir "un sentimiento" es evitar cualquier discusión política: no tienen que explicar a quién representan, cómo, para qué, a quién tratan de beneficiar o combatir: no, alcanza con hablar de tradiciones y sensaciones y los que no lo entienden son amargos, gorilas o intelectualosos. Es curioso que hayan podido currar tanto tiempo, compañeros autodenominados, con pavada semejante. Y que tantos sigamos aceptándolo.
Por ahora, la mayor muestra del poder del peronismo es que creamos que existe, y que sigamos usando esa palabra. Eso es lo curioso: para los demás, para lo que no lucramos con esa palabra, decir peronismo, hablar de peronismo, es una debilidad, una concesión. ¿Por qué tenemos que darles el changüi de seguir aceptando que existen, que son uno, cuando todo muestra que no es cierto?
Quizás algo podría cambiar, en la Argentina, si dejáramos de hacerles el favor de llamarlos como ellos dicen que se llaman, si decidiéramos no usar esa palabra que no sirve como palabra porque designa cualquier cosa, que sólo les sirve a ellos para buscar poder, y empezáramos a llamarlos por sus diversos nombres. Algo podría cambiar, insisto, si tratáramos de llamar, alguna vez, las cosas por su nombre.
3 Comments:
AH! Peronismo! Un psicológo por ahí!!
El tema es que muchas (demasiadas) personas se enamoraron de esa palabra. Decir "peronista" es como decir "felicidad".
Tengo el caso de mi viejo, peronista de Perón él, que a pesar de los insultos que reparte para todos los actuales "peronistas", no puede dejar de ser peronista.
Alguien puede pensar exactamente como él, pero si no dice que es peronista, es como si fuera el "enemigo". La palabra "peronismo" es como un filtro, como una marca de calidad que que no asegura que por dentro no esté todo podrido.
Saludos!
Mi familia profundamente peronista.
Cuadro del Pocho en su mancahdo y el busto de Eva Duarte.
Imborrable el recuerdo de mi padre llorando en forma contenida y preguntarle que le pasaba.
-era un buen hombre-
Era un padre quizás para muchas personas que depositaron su fé y que,quizás,no se hayan percatados que fueron utilizados.
Culto a la personalidad, "peronismo de ilusion",o la de J.P Feinmann ( cualquier pelotudo tiene un Blog,magistral),denominándolo "obsesión".
Ha quedado en nuestras manos analizar friamente al peronismo.
No lo han podido abordar aquellos que fueron contemporáneos,debido al altísimo grado de emociones que disparó el proceso histórico de blanqueo de una sector social rezagado,sin privilegios y ausente de la riqueza de la Nación en esos momentos.
Es por eso que hay que respetar el cariño de esos que al decir de Hobswan " no tenía nada que perder porque no tenían nada" y construir una crítica que nos permita disponer del alma de la cosa y no su paquete.
El ideal del peronismo podemos llevarlo hacia adelante,pero con otra cara.
Un sueño de una verdadera socialdemocracia,una propuesta de izquierda moderna,clara y justa es lo menso que se merecen aquellos que entregaron "la vida por Perón".
Ponele.
Ah, pero ahi está el tema. Los que entregaron "la vida por Perón" no quieren una socialdemocracia... Quieren PERONISMO!!!
Decirle socialdemocracia a un peronista en serio es ofrecerle algo que no quiere.
Es pasión, no racionalidad.
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